El agua puede hallarse en forma liquida, sólida y gaseosa, es un elemento común del sistema solar, puede ser encontrada, principalmente, en forma de hielo siendo esencial para toda forma de vida conocidas por el hombre.
El agua
es también protagonista de numerosos ritos religiosos por ejemplo en
muchas religiones se acostumbra a bendecir la mesa y a santificar el agua mediante la oración.
Los maestros espirituales siempre insistieron en la posibilidad de alcanzar a
través de la oración, la repetición sistemática de palabras o frases estados alterados de conciencia con la posibilidad de actuar sobre la propia
salud y la de los demás.
Desde el
punto de vista de la biología, el agua es un elemento crítico para la proliferación
de la vida, el agua desempeña este papel permitiendo a los compuestos orgánicos
diversas reacciones que, en último término, posibilitan la replicación del ADN.
El cuerpo humano tiene un 70 % de
agua y esta agua toma parte en la mayoría de las reacciones que se producen a
cada momento en nuestro cuerpo.
El agua tiene propiedades curativas
conocidas desde tiempos ancestrales, el agua potable y pura puede mitigar los
dolores de cabeza, la hipertensión, el asma, las ulceras, las artritis y otras
tantas enfermedades.
El agua responde a los diferente estímulos
a los que es sometida, adoptando sus moléculas
diferentes estructuras, más o menos armónicas en función del estimulo como
demuestra el Dr. Masaru Emoto en sus experimentos.
Este investigador japonés sostiene que las
palabras y pensamientos alteran la estructura
del agua.
El agua registra nuestros pensamientos y
emociones, y es afectada por ellos,
así parecen confirmarlo
los estudios de Masaru Emoto, que comparó los cristales de hielo formados por
el agua expuesta a distintas emociones.
Descubrió que aquellas muestras de agua
expuestas a palabras como “amor” y “compasión”, generaban cristales bellos y
armoniosos, mientras que aquellas etiquetadas con palabras como “odio” y
“tonto”, tenían cristales deformes.
Si nuestros pensamientos afectan a los
cristales del agua y estamos compuestos en un 70% de agua ¿cómo afectarán a
nuestros cuerpos?
Podemos imaginar que un cuerpo con
cristales deformes, no será un cuerpo muy saludable; por el contrario,
cristales más armoniosos constituirán células más eficientes y duraderas,
retardando el proceso de envejecimiento, y constituyéndonos como seres más
equilibrados y con una mejor calidad de vida.
Emoto, afirma que los cristales del agua
tendrían una vibración que puede modificarse, y que se refleja en la estructura
que toman; cuando se altera su resonancia se destruye a la naturaleza, y por
eso se deforman.
Masaru Emoto realizó varias experiencias,
como exponer el agua a la música, que generó cristales bellos cuando ésta era
armoniosa. También, la expuso a un grupo de niños concentrados en un mensaje
positivo, lo que resultó en una de las muestras de cristales más hermosas.
Cambiando nuestra forma de pensar,
concentrándonos en sentimientos positivos generamos formas armónicas alcanzando
el equilibrio interno.
Un grupo de investigadores rusos estudiando el
ADN parece llegar a conclusiones
semejantes a las del Dr. Masaru afirmando que el ADN puede ser modificado mediante
sonidos y frecuencias.
Según estos científicos nuestro ADN actúa como un
bioordenador capaz de recoger y transmitir información de nuestro entorno a
través de ondas a partir de las cuales pueden modificarse los patrones de
comportamiento de las células.
Gariaev
realizó experimentos modulando ciertos patrones de frecuencia, consiguiendo la
reparación de cromosomas dañados.
El ADN se expresa a través de ondas solitónicas, ondas que
pueden almacenar información durante mucho tiempo y son capaces de propagarse
sin deformarse a grandes distancias en medios no lineales.
Según estos principios nuestro ADN seria como un
ordenador biológico los cromosomas trabajan como ordenadores solitónicos holográficos bajo la influencia de radiaciones láser endógenas del ADN".
En definitiva y para que todo el mundo lo entienda el
ADN se puede modificar a través de sonidos armónicos en una determinada
frecuencia.